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Día 7

Jueves 18: Arequipa – Cusco: 610 km

Luego de tranquilizarme cuando averigüé que los precios de las gasolineras peruanas publican el costo por galón en vez de litro (de lo contrario, el combustible sería carísimo!) emprendí el objetivo: seguro automotor para Perú.
A raíz de lo hablado con el policía que me paró la noche anterior, al que le mostré el comprobante de La Caja que incluye cobertura en países limítrofes y del Mercosur (Perú no lo es en ningún caso) frente a lo cual me dijo: “dice Mercosur pero no menciona a Perú”, se me ocurrió una trampita. Bajé un editor de .PDF, abrí el archivo y le “agregué” el nombre de dicho país. Imprimí el papel y salí a las pistas.

Plaza de Armas de Arequipa
Recorrida por el muy bello centro histórico de la ciudad, cuya Plaza de Armas rodeada de edificios de la época amerita varias fotografías. La vista del volcán cuyo nombre desconozco, otorga al paisaje citadino un plus de belleza.
Sin embargo, una vez alejados del centro “turístico” la cosa cambia y aparece en todo su esplendor el “paisaje” de un país pobre, con viviendas sin terminar, humildes, precarias, con una notoria ausencia estatal en todo lo que tiene que ver con obra pública, mantenimiento de espacios públicos, veredas, recolección de residuos, luminarias, infraestructura, plazas, etc. Si bien las rutas suelen estar en muy buen estado, no ocurre lo propio con las calles de las ciudades -fuera del micro centro turístico-, que están destruidas, al punto que parecen bombardeadas. Uno se queja en Argentina de los pozos, pero al lado de esto las nuestras parecen Suiza.
ciudad y volcán
paisaje al alejarse del centro turístico
Demoramos unos 45 minutos en poder “salir” de la ciudad hasta encontrar ruta libre, ello gracias a la ausencia de vías rápidas o circunvalaciones. Calles de doble mano plagadas de combis, camiones, ómnibus de larga distancia dificulta una salida rápida pues se avanza a paso de hombre. La gente -en su mayoría- no tiene auto y tampoco hay micros locales, por lo que la población utiliza como medio de transporte interurbano esas combis tipo rural, unas Toyotas de los 80 extrañas a nuestra fauna vehicular autóctona. Para distancias más cortas, se usan las mototaxis, aunque estos últimos son más propios de las ciudades pequeñas o se las ve en las afueras de las grandes ciudades. En la parte céntrica en cambio, se ven muchos Daewo Tico como taxis o vehículos similares. Fue complicado encontrar una estación de servicio donde vendan nafta de 95 octanos. No se las conoce con ese nombre precisamente porque no brindan ningún servicio, nada parecido a una YPF Full ni tan sólo una YPF Empty, nada de servicios, apenas 1 baño mixto, sin posibilidad de limpiar el parabrisas o completar -si hiciese falta- los niveles de aceite, anticongelante, etc. Se trata de simples “gasolineras” o “grifos”. Dando vueltas y preguntando llegué a una Repsol que vendía los tan buscados 95 octanos. Evidentemente yo era el único que cargaba ese octanaje ya que el resto, incluso los pocos autos nuevos, se conformaban con la “especial” de 90 o la “común” de apenas 84.

Altiplano Peruano

Coloridos Valles saliendo de Arequipa
El tramo Arequipa - Juliaca tiene unos paisajes bellísimos, con coloridos valles y campos cuya vegetación los asemeja a verdaderos campos dorados. Nuevamente se transita por las alturas. De los 2400 msnm donde se sitúa Arequipa, se llega hasta los casi 4600 metros. Se recorren más de 130 km por encima de los 4000 por el bello altiplano Peruano. Tan alto se viaja que no es nada difícil toparse con tramos donde nieva!
Nieva a +4500 msnm!
Campos dorados
Las titilolas volvieron a quejarse pero no al punto de presionar el pecho y dificultar la respiración, como había sucedido en Jama. Parecían estar acostumbrándose. En tanto, los mensajes de error no aparecían en el Fluence. Todo marchaba “viento en popa”.

Punto panorámico Lagunillas

En un punto panorámico compramos un par de mantas, una de ellas de lana de alpaca. Pagamos por ambas unos 240 pesos argentinos (120 soles).
Artesanías en punto panorámico

Tramo Arequipa-Juliaca
Hermoso paisaje desde la ruta
Mercado en pleno centro
Llegando a Juliaca, buscamos reabastecer unos pocos litros de nafta por las dudas no alcance hasta destino, aunque por el consumo que veníamos teniendo -11,5 km/l- la autonomía superaría los 650 km y llegaríamos con cierto resto a Cusco.
Centro de Juliaca
Atravesar Juliaca fue impactante. No por su belleza sino todo lo contrario. En lo que sería la rotonda hiper céntrica de la ciudad, nos encontramos con un mercado difícil de describir. Comprobamos que lo que se ve en ciertas películas queda corto al lado de la realidad. Las fotos muestran, en parte, lo que vimos. Resulta que la población por esos días estaba alarmada por brotes de Gripe A, pero no les preocupa en lo más mínimo las paupérrimas condiciones de salubridad o higiene en que almacenan y transportan los alimentos, fuente de innumerables enfermedades que amenazan contagiar mucho más que la “promocionada” H1N1.
Agravaba el cuadro la eterna (eso parecía) reparación de la vía de acceso principal a la ciudad, por lo que para continuar rumbo a Cusco hubo que transitar -una vez más- por una improvisada calle super poseada, no apta para albergar el denso tránsito de la urbe, demorando por demás el regreso a la anhelada ruta.
Fea ciudad Juliaca
Perú sin maquillaje
Una vez logrado ello, nos paró un control policial. A pesar de superar el tema del seguro, el preventor quería dinero y encontró en los vidrios polarizados una excusa para hacérnosla difícil. Me pidió el “permiso de lunas”, con el cual la prohibición queda a un lado. Desde ya que carecíamos de tal permiso por lo que la forma de solucionar la acalorada discusión fue desembolsando 20 soles (unos 40 pesos) como “contribución” por su “buena” voluntad de dejarnos seguir. Perú mostró la hilacha.
El último tramo, ya de noche, también presentó cerradas curvas en bajada. Llegamos a las 21:15 hs al Hostel “Che Lagarto”, muy bien ubicado en pleno casco histórico, que contaba con cochera, imprescindible pues está prohibido estacionar en esas cuadras céntricas.
Cusco, de noche
Cenamos unas ricas milanesas en un bello lugar atendido por un chico argentino que se había radicado hacía unos meses en el lugar.
Sin problemas con el Fluence ni las “titilolas”, la señal de alarma vino por el lado de la temperatura que levantó mi copilota mientras dormía. El ibupirac la mantuvo a raya, pero la pregunta era: ¿había algo incubándose? ¿Cómo iba a evolucionar esa fiebre durante las próximas 48 horas en las que nos adentraríamos en pleno Machu Picchu, con poca infraestructura para una rápida atención si la cosa se complicaba? Nueva señal de alerta.

Cada foto se puede ampliar y ver en tamaño original al clickear en ella.

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