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Día 10

Domingo 21: MachuPicchu – Ollantaytambo – Cusco – Puno – Yunguyo – Frontera: 643 km

De la distancia total, 43 km corresponden al tren de regreso, en tanto que 600 km fue lo que tuvimos que recorrer a bordo del Fluence.
Lo previsto era dormir en Copacabana, donde teníamos reserva, cosa que no pudimos hacer por lo que contaré seguidamente.
espectaculares paisajes
Esta vez el tren salía a las 8:00 AM, lo cual nos permitió dormir un ratito más (no mucho). Demoró 2 horas en vez de 1:30, no sólo porque va en subida, sino porque se detiene a esperar que pase el que viene en sentido contrario. Nada grave.

Valle Urubamna

Llegamos al pueblo, buscamos el auto y a manejar de nuevo. Regresamos a Cusco por una ruta diferente para conocer nuevos paisajes. Buena elección, ya que la vista obtenida del Valle Urubamba por el trayecto que pasa por Chinchero es muy bonita y diferente de la anterior. Ambos tramos (ida por Pisac y este) están asfaltados y valen la pena.
el camino alternativo es hermoso también
Directo a la única estación de todo Cusco que vende 95 octanos, llegamos a la Repsol y llenamos por última vez nafta de la buena hasta pisar suelo Argentino.
Otra del hermoso Valle Urubamba
Al darle arranque, MIERDA! Otra vez el mensaje: “Revise los inyectores”, “Revise el filtro antipolución”. Nos quedamos paralizados. Habíamos recorrido muchísimos km por encima de los 4.000 metros, y ahora que estábamos en “apenas” 3400 ¡otra vez el mensaje! No era sólo el mensaje, sino que el auto no aceleraba, apenas quedaba “regulando” pero no era posible andar. Igual que aquél primer momento en Jama!
Parece que el Fluence no quiere trabajar los domingos, se toma franco el muy guacho.
La teoría indicaba que no era un problema de combustible, ya que había tomado todas las precauciones para cargar la mejor nafta de Perú. Pero la duda estaba… ¿y si realmente se habían jodido los inyectores? ¿Qué hacer? Antes que nada, esperar.
Mientras deliberábamos. ¿Convenía regresar por Chile donde la nafta era buena? Eso implicaba hacer más kilómetros y resignar todo lo que quedaba en agenda por conocer. Además de ser un recorrido más largo genera fastidio tener que volver de prepo por donde ya viniste porque significa poner punto final al viaje. Diferente es transitar un camino nuevo pues implica seguir conociendo y forma parte del viaje turístico, ello a pesar que el combustible de Bolivia es de menor calidad.
Claro que ambas hipótesis dependían que el auto se dignase a funcionar. 
Saliendo de Cusco camino a Juliaca
Por suerte al rato probé arrancar de nuevo y esta vez las revoluciones subieron. El Fluence aceleraba. Con una pequeña falla a las 2000/2500 rpm pero andaba bien. Lo estacionamos en una calle segura y caminamos en busca de un almacén o super y mientras seguíamos debatiendo cuál de las 2 alternativas era mejor para regresar. La idea que el auto se rompiese en Perú no me gustaba ni un poco. No se si la garantía se haría cargo en un país no limítrofe. Reconozco que son cosas que no averigüé antes de salir, aunque estimo que tiene que responder, ya que garantiza el producto, esté donde esté. Lo que no haría sería llevarlo a un taller allá, porque eso si haría caer la garantía.
En todo caso teníamos hasta Juliaca varios kilómetros para testear el funcionamiento del auto pues en ese punto la ruta bifurca. Si todo era una falsa alarma, como en Jama, regresaríamos por Bolivia.
Atrás había quedado esa fallita a las 2500 rpm, lo que permitió que nos relajemos y disfrutemos, esta vez con luz diurna, del tramo Juliaca-Cusco que hicimos de noche a la ida. Claro que las fotos las sacamos con el motor en marcha, por las dudas, ya que el mensaje de error seguía.
típicos pueblos a la vera de la ruta
Poco antes de Juliaca la preocupación venía por el lado de “esquivar” u “ocultarnos” de los coimeros polis que se aprestan a la vera de la ruta en busca de turistas a quien quitarles su honroso dinero. Ello obligó a que estratégicamente nos ubiquemos en la caravana más larga que pudimos (apenas 4 autos) cosa de tener más chances de no ser nosotros los elegidos a la hora de buscar un gil.
Tuvimos suerte ya que parecía ser la hora de la cena de los corruptos funcionarios.
Atravesar ese pueblo ya de noche fue peor que a la ida. Es espantoso. Ahí si que no conviene ni parar a hacer pis. Además de feo, da toda la impresión de ser inseguro y así nos lo había hecho saber gente conocida. Cuanto menos turístico, más inseguro.
localidad en medio del trayecto Cusco-Juliaca
Otra señal de alerta era la carga de combustible, pues sabía que en todo ese sector del país no existen los 95 octanos. Había que ponerle 90 y buscar una estación “seria”, que en lo posible acepte tarjeta, ya que no teníamos soles para llenar el tanque y no queríamos cambiar a precio inconveniente.
Esperaba hacerlo en Puno, la capital del Departamento. Una vez allí, para variar, a cada uno que le preguntábamos por una estación que acepte tarjeta, respondía que no existía. Por suerte la atenta copilota divisó una donde pudimos pagar con el cartón, cuando ya resignados volvíamos a la ruta.
Ahí sí que había que apagar el motor (no iba a cargar en marcha), por lo que la elección de dónde reabastecer también requería de un lugar seguro en caso que vuelva a fallar tras el reaprovisionamiento. Por suerte ésta lo era, ya que hacía las veces de parador de camiones/combis, algo que no habíamos visto antes en todo Perú. En caso que el Flu se hiciera el mañoso, pasaríamos la noche allí.
Afortunadamente aceleró tras el arranque y si bien continuaba el error en el tablero (de hecho, seguíamos a más de 3800 m.s.n.m. y la vez pasada el mismo desapareció cuando “bajamos” a 2400), el funcionamiento era normal.
Con el auto funcionando sin problemas, seguimos viaje con la esperanza que la frontera estuviese abierta hasta tarde. Nos pararon un par de polis pero no querían coima, por lo que seguimos sin problemas hasta Yunguyo, último pueblo al sur de Perú, ya en el límite con Bolivia. Lamentablemente la frontera cerraba temprano y teníamos que dormir de este lado.
El pequeño pueblo, pintoresco a diferencia de los anteriores, parecía montado para una filmación de Hollywood. Tenía casitas pero ningún auto! Esto es literal. No es que había pocos, simplemente no había! En todas las cuadras que recorrimos pudimos ver sólo 2, ambos estacionados frente a un Hotel que decía estar abierto las 24 hs. Eran las 23:20 hs y cuando paré a tocar timbre, dos muchachos que merodeaban se pusieron sus capuchas y enfilaron hacia nosotros. La observadora copilota me hizo señas, subí al auto (que nunca dejó de estar en marcha), apunté las altas hacia sus rostros y seguimos camino.
No daba para dejar un tercer auto (el único con patente argentina) en tan desolado lugar, por lo que encaramos para la frontera, vimos el puesto policial y previo avisarle a sus ocupantes nuestros planes, nos acomodamos para pernoctar en el auto. Sin dudas, fue más seguro hacerlo allí que en el pueblo fantasma.

Cada foto se puede ampliar y ver en tamaño original al clickear en ella.

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