Lunes 22:
Frontera – Copacabana – Isla del Sol – La Paz: 194 km
La distancia
mencionada incluye el paseo de 33 km (ida y vuelta, primer tramo en ripio de
todo el viaje) que hicimos hasta el extremo de la península, que se encuentra a
apenas 1 km de la Isla del Sol.
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Dormimos/amanecimos en la frontera |
Pernoctar en el
auto no fue tan grave. La copilota se acomodó a lo largo en el asiento trasero,
claro que debía doblar las titirodillas para entrar, en tanto que yo hice lo
propio reclinando a tope la butaca del acompañante. De esa forma pasamos la
noche con bastante dignidad, tapados con las mantas compradas en Perú. El frío
me despertaba cada hora por lo que debía poner en marcha el motor para que
funcione la calefacción durante un rato. De esa forma lograba climatizar el “monoambiente”,
al menos por otra hora más.
En cada oportunidad
que abría los ojos para hacer lo descripto, veía pasar alguno que otro que
cruzaba la frontera a pie sin ser visto por las autoridades. Llegaban al límite
en las taximotos, caminaban 300 metros y ya estaban en Bolivia. Del otro lado,
hacían lo mismo.
Nosotros debimos
aguardar hasta las 7:00 AM para comenzar los trámites migratorios. No es un
paso muy transitado, así que no demoró mucho, salvo que el control para el auto
abría recién a las 8:00. Durante la espera charlamos con una pareja de
brasileros que venía desde el Mato Grosso, habiendo entrado por Bolivia y se
iban para Cusco. Éramos los únicos 2 autos aguardando pasar.
8:10 AM y nada…
Preguntamos y nos dicen: tenés que golpear. Uff… Lo hice y sale uno que dice:
-No hay sistema.
¡Mierda! Sólo
faltaba que me sellen un papel para poder seguir viaje. Necesitábamos un baño,
lavarnos los dientes y otras partes que no hace falta mencionar.
-¿Y cúanto puede
demorar el asunto? Pregunté.
-No sé. A veces
tarda horas en volver. Respondió el funcionario.
Ahh bueno… meados
por los dinosaurios!
Muy cordialmente me
acerqué y le dije:
-Maestro, vea,
dormimos en el auto y necesitamos cruzar para darnos un baño y demás. Ud. sería
tan amable de anotar en un papel que pasamos y cuando vuelva el sistema lo
carga en la compu?
Puso cara de
complicado. La pensó y dijo:
-Está bien, lo voy
a hacer, pero Ud. me tiene que dejar una propina.
Todo esto sin que
yo pueda ver el monitor, para chequear que realmente no había sistema.
La necesidad tiene
cara de hereje.
-Está bien maestro,
voy a buscar los pocos soles que me quedan.
Junté 5 u$s
marcados que tenía (resulta que los muy pillos cuando cambiás moneda te dan de
cambio algún billete con un cortecito característico hecho con trincheta para
después cuando vas con esos te dicen que están defectuosos y ante tu necesidad
te los cambian pero por menos dinero. Otra pauta de lo ventajeros con
pelotudeces que son que terminan por espantar al turista con tal de ganar unos
centavos en lugar de conquistarlo para que regrese y deje más divisas) y 4
soles, hice un bollito y se los di.
Desde ya que no
sería tan descarado de “rechazar” una coima por estar el billete marcado.
Hermano, encima que pedís coima ¿te ponés pretensioso? No daba y lo aceptó sin
chistar.
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playa céntrica de Copacabana |
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Islas flotantes en el Titicaca |
¡Por fin estábamos
en Bolivia! Todas esas actitudes pelotudas de pretender sacarte ventaja ínfima cada
vez que pueden (por ejemplo en los restaurantes salen a la calle para
conquistar clientes, pero una vez dentro, las “promesas” hechas en la vereda se
esfuman y aparece la “letra chica”: que se cobra comisión por el uso de tarjeta
de crédito, que se cobra servicio de mesa -que no existe porque ni pan suelen
dar- o cosas por el estilo), más esa falta de colaboración/solidaridad que
mencioné antes y la obstinación en pararnos en cuanto control caminero había ni bien veían nuestra patente, hicieron que deseemos cambiar de aire, luego
de una -en general- placentera y muy enriquecedora estadía en Perú.
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Islita en medio del "mar" Titicaca |
Con mucha
cordialidad nos trataron en la aduana Boliviana.
Mientras hacíamos
los trámites cae el brasilero, quien obviamente pudo pasar sin coimear a nadie,
ya que -como supuse- el sistema siempre anduvo y el choto funcionario peruano
aprovechó nuestra urgencia para hacerse con unos miserables 5 u$s marcados.
A poquitos
kilómetros se arriba a Copacabana, localidad que baña sus costas en el
Titicaca. No recuerdo si fue durante la noche o a la mañana, el error en el tablero del Fluence había desaparecido! Ni las titilolas ni la titifiebre estaban molestando, por lo que nuestros problemas se habían esfumado.
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Playas del Titicaca, lado Bolivia |
Ya de entrada se ve
algo que caracterizó todo nuestro recorrido por Bolivia: construcciones de
material, pero sin revoque. Apenas un puñado lo tiene. Algunas incluso hacen
una planta alta arriba de paredes de adobe. Los más precavidos ponen columnas
de hormigón, mientras que otros hacen la losa directo sobre las paredes de
barro. Nos preguntamos si resistiría, hasta que vimos una que se había venido
abajo. Es claro que no.
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Copacabana |
Ubicamos el Hotel Utama
donde teníamos reserva para la noche anterior. Explicamos el
percance que nos impidió dormir allí, el conserje entendió y manifestó no tener intenciones de cobrarnos, lo cual
finalmente no sucedió luego de intercambiar un par de mails con la gente de
Booking.com que muy cordialmente entendió que el acuerdo con la gente del hotel
era ese.
También nos dijo
que si teníamos vehículo nos convenía ir por nuestros propios medios a la
península en cuestión, cosa que hicimos y pudimos así apreciar los bellísimos
paisajes con el enorme lago de fondo.
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Enfrente, la Isla del Sol |
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bellos paisajes camino a Isla del Sol |
En dicho punto nos
cobraban 120 bolivianos (que cambiando los soles que nos sobraron -que habíamos
conseguido a 2,04$Arg.- representan $97, en tanto que si cambiás moneda
Argentina en ese país apenas te dan 70 centavos por peso y en algunos casos
menos, por lo que conviene hacer el cambio con soles o de última cambiar
dólares, pero nunca pesos ya que te los tiran abajo). Dijimos que sí al paseo “corto”,
pero mientas el tipo fue a preparar unas cosas nos dimos cuenta que no valía la
pena y nos rajamos. El pobre aun nos debe estar buscando. Más interesante
era la vuelta completa a toda la isla, pero costaba arriba de $200 y demoraba
más tiempo del que queríamos dedicarle a dicha excursión. Ya nos habían roto
bastante el trasero con las tarifas en Machu Picchu y empezábamos a cuidar más
el mango, ya que no nos quedaba mucha moneda local y cambiar pesos, como dije,
no conviene para nada. Tampoco quería deshacerme de los u$s sobrantes que
traíamos desde Iquique.
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peaje a la boliviana |
Retomando la ruta,
a escasos metros del pueblo nos topamos con una soguita/cadenita que atravesaba
la calzada. Nos habían contado que ciertos peajes eran así y que debíamos
bajarnos hasta una casilla donde se abonaba la tarifa.
Pocha se encargó de
hacerlo. Al cabo de unos segundos sale y con cara de delincuente, baja ella
misma la soguita y me dice:
-Dale, dale! Pasá.
Lo hago, vuelve a
colocar el cordel y se sube.
-Vamos, dice.
Pensé que había
asesinado al cobrador. Pero no. Resulta que le pregunta a uno:
-Vengo a pagar el
peaje. ¿Cuánto es?
-A consideración.
Le responde uno.
-¿Cómo? La Pocha no
entendía.
-Si, a voluntad.
Responde el que estaba vestido de policía.
-Bueno, tome 2
bolivianos. ¿Me da el ticket? Reclama la contribuyente.
-No, el peaje es
ahí, respondió el uniformado señalando al otro tipo que tenía a su lado.
-¿Cómo ahí? ¿Y que
acabo de pagarte? Inquirió.
-Eso es una
contribución, yo soy policía, el peaje se paga ahí.
-¡Pero yo no quiero
contribuir nada! ¡Quiero pagar el peaje y nada más! Respondió ofuscada y
desorientada la Titi. Comenzó a despotricar con que me coimean, me dan dos
mangos por el cambio de moneda argentina y encima ¿tengo que contribuir? No, de
ninguna manera, se plantó. Deme los 2 pesos que con eso pago el peaje.
Ahora el que no
entendía nada era el cana, que tuvo que buscar del cajón la moneda y
devolvérsela a Pocha que había montado en cólera.
Tan descarriada la
habrá visto el cobrador del peaje que le dijo:
-Pase, pase, no
hace falta que pague.
No es joda
enfrentarse a la “titifuria”, los muchachos se volvieron mansitos y no
quisieron entrar en mayores debates.
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Bellezas a 4000 msnm |
Continuamos el
recorrido maravillados por los paisajes. Es muy llamativo ver las ondulaciones
amarillentas hundirse en el intenso azul del Titicaca. Un fanático podría
afirmar que ese azul y oro representan los colores del Xeneize. Del lado
izquierdo, altas cumbres cubiertas de nieve brindan aun más espectacularidad al
paisaje.
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Cruzando el estrecho de Tiquina en balsa |
De golpe se termina
el camino. Hay que cruzar el estrecho Tiquina en balsa. El viento hizo demorar
el asunto, ya que por precaución cuando sopla fuerte -como en el caso- no
zarpan las precarias embarcaciones ya que no sería la primera vez que una sucumba
llevándose consigo la carga transportada.
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No sería la primera que se hunde... |
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Lago Titicaca |
Al cabo de unos
minutos nos tocó a nosotros. Dos autos por barca. ¡Se movía como un papel! El
viento había amainado apenas, pero la maderita sobre la que estábamos parecía
un Zamba. El dueño del otro auto era un poblador que estaba un tanto
preocupado, así que cuando percibí esa sensación, me cagué hasta las patas! Si
nos dábamos vuelta o hundíamos, a quién le reclamaría los daños? ¿Al dueño del
bote, que era un laburante local cuya única pertenencia terminaría en el fondo
del lago, junto a las nuestras?. Si pasaba algo, estábamos en el horno, pues la
cobertura del seguro ‑tengo entendido- sólo cubre responsabilidad civil.
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Entre San Pedro de Tiquina y La Paz |
Por suerte llegamos
a la orilla a salvo y pudimos seguir hasta la capital Boliviana, situada entre los 3270 msnm -en la zona baja- y los 4070 metros en la parte alta, que con más de 2.7 millones de habitantes se transformó en la más poblada del país, superando a Santa Cruz de la Sierra.
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Llegando a La Paz por RN2 |
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La RN2 se transforma en Av. Juan Pablo II |
El ingreso a la
misma fue lo más intenso/estresante que nos tocó vivir en todo el viaje.
Siempre siguiendo las indicaciones del GPS, de golpe la vía de ingreso por el
norte (Av. Juan Pablo II) se transforma en un mix entre avenida y peatonal, no
porque esté señalizado o delimitado por sectores o previsto que así sea, sino
porque empieza a haber gente caminando en medio de la calzada, pero no un par ¡sino
cientos! Eso a la altura del “rulo” que hay a cuando se baja a la Av. 6
de Marzo.
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Extrañisimo estilo arquitectónico |
Desembocamos en lo
que sería el barrio del Once de La Paz, más precisamente en “El Alto” (Franco
Valle entre calles 1 a 5). No les miento si les digo que estuvimos 30/40
minutos para recorrer apenas 5 cuadras. El caos es ABSOLUTO. Los semáforos son
un mero elemento decorativo. Cuando se pone verde, no se puede cruzar porque
los peatones van y vienen de a miles. Cambia a rojo y aparecen menos peatones
pero el de atrás toca bocina para que avances. Mirás a tu alrededor y los autos
pasan, no uno, sino ¡todos los que pueden!
Por ahí divisamos
un inspector de tránsito que parecía un réferi alocado tocando el pito todo el
tiempo, sin saber ni el mismo que indicación dar.
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¿Avenida o Peatonal? |
Es que -pobre- es
imposible pretender ordenar semejante anarquía. Creo que lo hacía para sentirse
que no estaba cobrando el sueldo sin trabajar, pues sabía que NADIE le
obedecería.
La ausencia de
medios públicos de transporte (trenes, subtes, micros de corta o media
distancia) hace que la población se desplace en las benditas combis que en La
Paz parecen reproducirse de a millares.
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Caos en la ciudad |
Es tal el desorden
que la gente se sube y baja de las mismas en cualquier punto de la calle, no
sólo sobre la acera. Ello genera que en medio de la calle aparezca gente caminando, subiendo o bajando
de esos transportes y hasta el simple peatón recorre la ciudad por
la calzada, total si los demás lo hacen, ellos también. Sería incluso
preferible que hubiese más autos particulares porque de esa forma no habría
tanto transeúnte obstaculizando el tránsito.
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Chola´s Shoping |
Por ello, avanzar
en auto sin atropellar a nadie ni rozar la carrocería con otro rodado
es una prueba que ni Sebastian Loeb superaría fácilmente. El nivel de estrés que
genera manejar por esas calles, donde los demás conductores creen que la regla
es ir avanzando pegados a la bocina para que el resto se corra o les ceda el
paso -todos lo hacen y si uno no hace lo mismo, envejece arriba del auto-, autoriza
a pensar que nomás un par de semanas ahí y sos candidato puesto al ACV. Una locura. ¡Cómo
extrañé el tránsito porteño, que parece Suiza comparado con este!.
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Peatones por cualquier lado y mil combis! |
Como pudimos,
tomamos la corta autopista urbana que une El Alto con La Paz, la cual desemboca
en lo que sería el centro bancario-administrativo de la ciudad, donde se
encontraba nuestro alojamiento, el coqueto Hostal República.
Siempre a paso de
hombre, estábamos a pocas cuadras de llegar cuando, gracias a las pronunciadas
pendientes que obligan a forzar el embrague cada 3 metros al arrancar y frenar con
el auto inclinado a unos 20 grados, empezó a salir un olor a quemado feo del
Fluence.
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Mucho ladrillo, poco revoque |
Si… era el embrague
que estaba en problemas. Tan intenso era el olor a goma que tuve que doblar
donde sea para encontrar un “llano” donde estacionar. Caminando buscamos el
albergue, que por suerte estaba cuesta abajo respecto a donde estacioné. Creo
que un tiempo más saliendo en primera en esas condiciones y se rompía.
Nos acomodamos en la
habitación y luego que el embrague se hubiera enfriado, procuré ir a cargar
nafta. Mala idea. No podía salir de las callecitas inclinadas. Tuve que volver
a dejar el auto estacionado y buscar a pie la forma de volver al Hostal
esquivando pendientes. Luego de 45 minutos diagramé un recorrido menos inclinado
para llegar, en zig-zag. Volví con el embrague más jodido que antes y sin haber
podido reabastecer combustible.
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Panorámica de La Paz |
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centro administrativo-bancario |
El inconveniente en
puerta no sólo nos privó de hacer la excursión programada a Coroico por la “Ruta
de la muerte”, sino que me mandó a dormir con una gran preocupción: Cómo
haríamos al día siguiente para cargar nafta y “salir” de La Paz, ya que el GPS
indicaba que tenía que subir nuevamente a “El Alto” para tomar la ruta y ello
ponía en riesgo la integridad del embrague, a menos que esperemos hasta pasadas
las 21:00 horas cuando empezaba a despejarse el tránsito. Dormí bastante
preocupado. La copilota, en cambio, pudo descansar mejor.
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